El milagro de Calanda (1640)
Sucedió el milagro entre las 10 y las 11 de la noche del
jueves 29 de marzo de 1640, en la villa aragonesa de Calanda y en la persona
del joven Miguel Juan Pellicer, de 23 años.
Contaba el joven Miguel Juan Pellicer 19 años cuando,
trabajando en Castellón de la Plana, cayó de un carro, cargado de trigo, que
conducía, y una rueda le aplastó la pierna derecha. Pasó 5 días en el Hospital
de Valencia y pidió ser llevado al Hospital de Nuestra Señora de Gracia en
Zaragoza.
Debido a este incidente, fue necesario amputarle dicha
pierna, dos dedos más abajo de la rodilla, lo que se hizo en el Hospital de
Nuestra Señora de Gracia, en Zaragoza, por el cirujano D. Juan Estanga, siendo
enterrada por el practicante Juan Lorenzo García.
Tras su convalecencia durante dos años en el Hospital
citado, fue mendigo en la puerta del templo de Nuestra Señora del Pilar, de la
que era muy devoto desde su niñez, ya que existía una ermita con su advocación
en Calanda, y a la que se había encomendado antes y después de su operación,
confesando y comulgando en su santuario. Cada día, Pellicer untaba el muñón de
su pierna con el aceite de las lámparas que ardían ante la Virgen del Pilar
mientras pedía limosna a la puerta del templo.
Vuelto a casa de sus padres, en Calanda, a primeros de marzo
de 1640, el día 29 de ese mes, habiéndose acostado en la misma habitación de
sus padres, por haber un soldado alojado en casa, lo encontraron ellos dormido
media hora más tarde, con dos piernas, notándose en la restituida las mismas
señales de un grano y unas cicatrices que tenía antes de su amputación.
Tras su curación, Miguel Juan volvió a viajar a Zaragoza
para dar gracias a la Virgen del Pilar, y, a instancias del Ayuntamiento de la
ciudad, se incoó en el arzobispado un proceso el 5 de junio de 1640,
pronunciando sentencia afirmativa de curación milagrosa, el Arzobispo D. Pedro
Apaolaza, asesorado por nueve teólogos y canonistas, el 27 de abril de 1641. Se
conserva íntegro el texto de este proceso con las declaraciones de los 25
testigos que comparecieron.
El milagro se divulgó rápidamente por la Corte, y Pellicer
fue recibido en Madrid por el Rey Felipe IV. Una relación en castellano sobre
el Milagro, hecha en 1641 por el carmelita Fr. Jerónimo de San José y luego
traducida al italiano, difundió la noticia por España, Italia y Sur de Francia.
Sobre todo una Relación en latín, escrita por el médico alemán Pedro Neurath en
1642, luego traducida al francés, alemán y holandés, lo divulgó por toda
Europa. El mismo Papa Urbano VIII fue informado personalmente por el P. jesuita
aragonés F. Franco en 1642.
Entre los milagros, que, por definición, son todos
excepciones de las leyes de la naturaleza, el de Calanda es, a su vez,
excepcional; por eso las relaciones coetáneas lo calificaron de «milagro
inaudito en todos los tiempos»·.
El Canónigo e Historiador zaragozano D. Tomás Domingo cuenta
con una obra de reciente publicación titulada «El Milagro de Calanda» en la que
detalla todo el proceso, testimonios, etc. y que supone toda una vida de
recopilación de datos, documentos e investigación del milagro obrado por la
Virgen del Pilar en la persona de Miguel Pellicer. El libro puede adquirirse en
las librerías religiosas y en la propia tienda de la Basílica del Pilar.
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